Un vórtice en torno a una palabra, wabi-sabi, sin traducción y difícil de definir. Una aproximación a las aristas de este concepto japonés. Una rotación estética hacia la imperfección, el desgaste y la pátina del tiempo. Una persecución inagotable de instantes de la naturaleza. Una acción pictórica en vivo de Jaume Geli y Lídia Masllorens, que, como el wabi-sabi, se nutre de una belleza imperfecta, impermanente e incompleta.